"No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal." (Proverbios 3:7)
Dios está buscando hombres y mujeres que anhelen escuchar su voz y que le obedezcan con pasión. El problema principal de nuestros días, no consiste en que Dios haya dejado de hablar, sino en que nosotros no estamos escuchando.
Por esta razón, cada cristiano, si desea alcanzar la verdadera felicidad y desea tener éxito, tiene que establecer como su más grande prioridad el escuchar la voz de Dios y estar atento a ella. Es decir, nuestra meta en la vida debe ser escuchar al Señor y obedecerlo.
¿Cuál es la voz que estoy escuchando?
Si verdaderamente queremos escuchar al Señor y seguirlo, hay algunos aspectos que debemos tener en cuenta.
En primer lugar, debemos considerar que en este mundo existen dos tipos de voces que resuenan. Es decir, como hijos de Dios, hay dos clases de voces que podemos estar escuchando.
La primera de ellas es la voz que se escucha a través del conocimiento humano y de la experiencia. Esta voz resuena a través de los medios de comunicación como los libros, las películas y la música de nuestros días.
Actualmente, muchos van tras esta voz y construyen sus vidas al rededor de ella. Son muchos los que basan sus decisiones y su estilo de vida en el humanismo, la filosofía y la religión.
El proverbista nos advirtió que evitáramos esta postura de vida cuando dijo en Proverbios 3:5: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia”, y añadió en el versículo 7: “No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal”.
La Biblia nos enseña que nunca estamos tan propensos a derramar lágrimas como cuando nos olvidamos de la Palabra de Dios y vamos tras nuestros propios pensamientos, razonamientos y sentimientos.
El Salmista dijo: “Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaban tu ley” (Salmo 119:136). Esto significa que, cuando la Palabra de Dios no gobierna nuestros corazones sino que seguimos la voz del mundo, las lágrimas del dolor y de la amargura llenarán nuestros ojos.
Existe, no obstante, otra voz. Esta no proviene del mundo, ni del humanismo ni de nuestras emociones, sino que proviene de la Palabra de Dios. Se trata de la dulce y tierna voz de Dios.
Permítame darle un ejemplo de la tremenda diferencia que existe entre la voz del mundo y la voz de Dios. En el libro de los Hechos, encontramos la historia del apóstol Pablo quien fue acusado injustamente por predicar el Evangelio y llevado a Roma para ser juzgado por el emperador romano.
El apóstol iba a Roma junto con otros prisioneros y era escoltado por un centurión. El barco en el que viajaban se encontraba en un lugar llamado “Buenos Puertos”, en la región de Creta.
El piloto, el dueño del barco y mucha gente sugerían salir del puerto y pasar el invierno en Fenice, un puerto de Creta que ofrecía mejores facilidades. El apóstol, sin embargo, se opuso fuertemente a salir del puerto. Pablo, quien era el siervo de Dios, oraba siempre al Señor antes de hacer algo, fuese pequeño o grande, y actuaba después de haber adquirido sabiduría por medio de la intercesión.
El apóstol insistía a gran voz, porque estaba basado en una revelación de Dios. En Hechos 27:10-11 leemos sus palabras: “10 Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas. 11 Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía”.
La gente del barco no creía lo que Pablo estaba diciendo. Incluso el centurión, que tenía la autoridad para tomar decisiones, siguió el consejo del piloto y el dueño del barco en lugar de escuchar a Pablo.
Este militar confió en el piloto, quien fundamentaba su decisión en su larga experiencia y conocimiento de la travesía, más que en Pablo, quien basaba sus palabras en la revelación de Dios. Así que, tomada la decisión, salieron de Buenos Puertos hacia Fenice. Sin embargo, no mucho después, el barco se encontró con un viento que tenía la fuerza de un huracán y que se llamaba “Euroclidón”.
Los versículos 13 y 14 de Hechos 27 relatan lo siguiente: “13 Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta. 14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón”.
En un principio, parecía que la voz de la razón humana tenía la razón. La frase: “pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban” refleja que muchas veces, aquellas personas que siguen la voz del mundo o del humanismo, por un momento parece que prosperan y que tienen éxito. No obstante, la catástrofe y el quebranto están a la vuelta de la esquina.
El versículo 15 dice: “Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar”. Esto indica que, cuando una persona sigue la voz que no es la de Dios, es arrebatado por el conflicto y la tempestad, sin que pueda tener realmente el control.
Después de esto, la tripulación puso en marcha toda su sabiduría y conocimiento humano. En el primer día, pasaron las amarras por debajo del barco para ceñir la nave. En el segundo día, empezaron a arrojar la carga. En el tercer día, con sus propias manos arrojaron al mar los aparejos.
Arrojar estos elementos de la nave significa que se abandona toda esperanza y todo método, y solo se mira al cielo. Para esas personas atrapadas en el huracán llamado “Euroclidón”, la sabiduría humana, la experiencia, los medios y métodos fueron inútiles. Entonces, recordaron lo que Pablo había dicho. Cuando seguimos la voz de la sabiduría humana y del mundo, también nos veremos afectados. Para nosotros los creyentes lo más importante en la vida debe ser captar el pensamiento de Dios y seguirlo. Cuando somos poseedores de la voz de Dios y la seguimos, podemos hacer frente a grandes desafíos y salir victoriosos. Aún en la actualidad, existen estas dos clases de voces. Todas las personas en este mundo se encuentran siguiendo una de estas. Por un lado, encontramos la voz del mundo y el humanismo. Pero por otro lado, la voz de Dios resuena.
Hoy es un buen día para reflexionar sobre cuál voz estamos escuchando y obedeciendo. Solo quienes sigan la voz de Dios, la cual se escucha a través de la Biblia, podrán enfrentar la tribulación y la aflicción con éxito y contemplarán un gran milagro suceder en sus vidas. ¿Cuál es la voz que usted está siguiendo el día de hoy?
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