"El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?." (Romanos 8:32)
La semana anterior estuvimos reflexionando sobre el nuevo comienzo que Dios ofrece a todos los que creen en Jesucristo como Señor y Salvador personal. Sin embargo, esta nueva semana quiero que dirijamos nuestra atención al siguiente escalón. Dar este nuevo paso es importante para aquellos que quieren vivir en la fe y contemplar milagros en sus vidas.
Este paso que tenemos que dar para escalar la montaña del éxito consiste en sembrar en nuestro corazón nuevos pensamientos. Es decir, para disfrutar del Nuevo Comienzo que Dios nos da, de esa asombrosa segunda oportunidad, debemos adquirir una nueva mentalidad.
Permítame preguntarle: ¿En qué piensa usted la mayor parte del tiempo? ¿Qué clase de pensamientos ha estado albergando en su corazón? ¿Acaso son pensamientos derrotistas, de imposibilidad, de fracaso, de ruina? Hago esta pregunta porque la dirección de nuestros pensamientos determinará la dirección de nuestras vidas.
Mateo 7:15 dice lo siguiente: “…”. Exactamente. Es lo que sale de nuestros pensamientos lo que afecta positiva o negativamente nuestra vida. De modo que, si cambiamos nuestra manera de pensar, nuestras acciones seguirán ese cambio y en consecuencia nuestra vida cambiará. Por lo tanto, debemos cambiar primeramente la mentalidad antes de intentar cambiar nuestras acciones.
Muchos cristianos, verdaderos hijos de Dios, aunque han nacido de nuevo y Dios les ha dado un espíritu nuevo, todavía no han nacido de nuevo en su mente. Son muchos los que siguen pensando bajo el mismo régimen de pensamientos que tenían antes de conocer a Cristo. Quiero decirle que sin cambiar la manera de pensar seremos incapaces de gozar plenamente de la gracia que Dios nos ha concedido.
Entonces, ¿cómo podemos cambiar nuestros pensamientos? ¿Cómo podemos adoptar el régimen de pensamientos de Dios? Antes que nada, debemos llenarnos del pensamiento que dice que el Dios bueno está con nosotros y en nosotros.
La Biblia no deja lugar a dudas en cuanto a la bondad de Dios. Está escrito en Romanos 8:32 lo siguiente: “…”. Cuando llegamos a enfrentar una desgracia, un problema insuperable o un desafío, solemos desanimarnos y huir de la situación. La raíz de tal actitud es la falta de fe en el Dios bueno.
Muchos intentan resolver el problema, pero se sienten desarmados. Sin embargo, si pensamos en el Dios bueno, nuestra mentalidad se transforma. El día de hoy es el día para creer en el Dios bueno.
La siguiente historia la escuché de un pastor que en un momento decisivo me ayudó a ver la vida a través de la perspectiva bíblica. Se trata de un joven que se graduó del instituto bíblico y se consagró al Señor como misionero en el África. Luego de haberse preparado diligentemente, cuando todo estaba listo, sufrió un accidente automovilístico y perdió una pierna.
Ante esta situación, el joven cayó inmediatamente en llanto: “¡Dios! Mi único anhelo es predicar el evangelio a los caníbales africanos. ¿Por qué permites que pierda una pierna?” Sin embargo, Dios se mantuvo callado. De todas maneras, el joven predicador creyó que todo obrara para bien a los que aman a Dios y se puso una prótesis plástica antes de partir para África.
En cierta ocasión, cuando predicaba el evangelio, fue capturado por un grupo de caníbales. El jefe de la tribu convocó a todas las tribus para una fiesta. Y les dijo: “El plato principal de esta noche será un hombre blanco ¡Regocíjense!”
En ese momento, el joven sacó su prótesis de plástico y la tiró diciendo: “Soy un hombre blanco, pero mi carne no les gustará y no les será de provecho”. Los caníbales corrieron hacia dónde estaba la pierna de goma, y comenzaron a masticarla, pero efectivamente, no les gustó. Todos se asustaron y retrocedieron.
De pronto, el jefe de la tribu dijo: “Este no es un hombre sino un dios. ¿Cómo puede ser que su carne sea tan dura y sin sabor?” Y todos se acercaron a escuchar las palabras de este joven, que les dijo: “No, yo no soy un dios. Soy un enviado del Dios verdadero, el Dios de la Biblia, para comunicarles su mensaje”. Luego de oír el evangelio, toda aquella tribu creyó en Cristo y fueron salvos.
Amados, Dios conoce de antemano la situación que vamos a vivir, por eso permite cierta aflicción en nuestra vida. El Dios providente nos guiará hacia lo mejor, aunque en un principio no parezca agradable ante nuestros ojos.
Dios es un Dios bueno. Así lo declara la Biblia. De manera que Él ha previsto para nosotros lo mejor. Por lo tanto, debemos aferrarnos al pensamiento que indica que el Dios bueno está con nosotros y en nosotros. Entonces, el Dios bueno abrirá un camino donde no lo hay y nos guiará con misericordia y amor.
Si Dios no nos hubiera amado, ¿por qué razón habría enviado a su Hijo Jesucristo para ser crucificado? El hecho de que Jesús haya entregado su vida y haya derramado su sangre para redimirnos, significa que el amor de Dios se ha manifestado. Por más que vengan dudas que quieran atormentarnos y robarnos la paz, seremos transformados si creemos en el Dios bueno que nos amó y nos dio a su Hijo.
Haga esta oración conmigo:
Gracias te damos Padre celestial, por el grande y glorioso amor que Tú nos concediste en Cristo. Permítenos recordar siempre la obra de la cruz para que podamos sentir la abundancia de tu amor en plenitud. Tú eres bueno, siempre. Ayúdanos a ser voceros del amor de Jesucristo. Esto lo pedimos en su Nombre. Amén y amén.
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