"Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia." (Salmos 136:1) Aunque las raíces son la parte menos visible de un árbol, son las encargadas de proveer la identidad, de transportar agua al tronco, a las ramas y a los frutos, y de mantener con vida al árbol. Aunque las raíces crecen en el suelo en todas direcciones y absorben la humedad y los minerales disueltos, la verdad es que nadie las puede ver en la superficie. Se puede pensar que no están ahí, Sin embargo, si no fuera por ellas, el árbol no podría tener vida ni crecer. De la misma forma, todas las personas en el mundo tienen sus propias raíces. Estas son las convicciones. Y ellas dirigen la vida. Aunque no se pueden ver a simple vista, las convicciones son las que deciden el rumbo y el estilo de vida de una persona. Lo cierto es que todas las personas guardan en su corazón sus propias convicciones. Un ladrón tiene convicciones. Un drogadicto, asimismo, tiene sus convicciones. El ama de casa, el empresario, el estudiante, todos ellos, aunque a simple vista no se puede ver, tienen sus propias convicciones. La razón por la que una vida es tan diferente a la otra es por las convicciones. La convicción del corazón dirige la vida. Los hijos de Dios, sin embargo, deben atesorar, cultivar y desarrollar convicciones distintas a las del mundo. El apóstol Pablo resumió las convicciones de los cristianos en 1 Corintios 8:6. Él dijo lo siguiente: “Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él”. Nuestras convicciones como hijos de Dios están arraigadas en Dios, en su carácter, en su voluntad y en su persona. Por eso, nos unimos a la confesión de fe de Pablo: “Para nosotros, solo hay un Dios, y hay un solo Señor, Jesucristo”. Entonces, ¿qué clase de Dios tenemos como cristianos? La Biblia nos declara que nuestro Dios, en primer lugar, es un Dios de amor. Jeremías 31:3 dice: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”. Esta es nuestra primera convicción: Creemos que el Dios de la Biblia, nuestro Creador y Formador, es un Dios de amor y misericordia sin límites. La segunda convicción que tenemos como hijos de Dios, la cual es el tema de hoy, es acerca de la bondad de Dios. La Biblia nos dice que el Dios de la Biblia es un Dios bueno en gran manera. El Señor Jesús, cuando estuvo en esta tierra, declaro en repetidas ocasiones que Dios es un Padre bueno. En Lucas 18:19, después de que un joven rico se acercara a Él, le respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios”. En Mateo 7:9-11, el Señor planteó dos preguntas para sus oyentes: “9 ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? 10 ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente?” Y concluyó con lo siguiente: “11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” Dios es bueno, infinitamente bueno. Los hombres pueden llevar a cabo acciones buenas, pero a menudo, dicha bondad está condicionada. En contraste, Dios es bueno y todo lo que hace es bueno. Sus actos de bondad no están condicionados a ninguna circunstancia. Dios no solo hace cosas buenas, sino que esencialmente es bueno. El Salmista declaró: “Alabad a Jehová, porque él es bueno, Porque para siempre es su misericordia” (Salmo 136:1). Y añadió en el Salmo 119:68: “Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos”. Esta es la convicción que debe gobernar nuestro corazón: La bondad de Dios. Cuando enfrentamos alguna desgracia o sufrimos por alguna situación, solemos pensar que no hay ninguna solución para nosotros ni una salida. Sin embargo, es en ese momento en el que tenemos que creer y aferrarnos al Dios bueno. Tenemos que creer que Dios, quien es bueno y fiel, nos tiene preparado algo bueno detrás de la aflicción o pesar presente. Hay cristianos que no confían en el Dios bueno. Por su parte, ellos concluyen que, debido a su situación, Dios les ha olvidado o los ha desechado. Pero ese no es el Dios de la Biblia. Tales personas, intentan resolver el problema a su manera pero no pueden solucionarlo de raíz. después, aparecen la frustración y el desánimo. Pero algo asombroso sucede si pensamos en el Dios y traemos a la memoria su bondad. Si pensamos en el Dios bueno, nuestra mentalidad se transforma. Crea que el Dios bueno que sobrepasa todas las cosas le ayudará hasta resolver sus problemas. Dios sabe de antemano todas las situaciones que enfrentamos día con día. Por eso ha permitido todas las cosas que llegan a sucedernos. Por más que una situación nos parezca adversa y destructiva, Dios siempre tiene escondido algo bueno detrás de ella. Jehová Jireh, que significa Dios proveerá, nos guiará hacia lo mejor, aunque al principio no parezca agradable frente a nuestros ojos. Dios es un Dios bueno. De manera que ha previsto para nosotros lo mejor. Si aún los padres del mundo saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más nuestro Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! Por lo tanto, aférrese al pensamiento que dice que el Dios bueno está en usted. “El Dios bueno está en mí, así como yo estoy en Él”. El Dios bueno abrirá su mentalidad y lo guiará por un buen camino. Ese camino es la felicidad. #As #MeditacionesAscender2020 www.ascenderiglesia.com Si deseas recibir los audios de las Meditaciones Ascender en tu celular, envíanos un mensaje de WhatsApp con tu nombre al +5213322061834 ¡Es gratis y siempre lo será!
top of page
bottom of page
Comments