"Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga el bien". (Salmo 14:1).
La gente suele pensar que la sabiduría es algo concerniente a los ancianos y a la gente adulta. Por eso, muchos piensan que la sabiduría no tiene nada que ver con los jóvenes. Pero he visto que Dios está levantando jóvenes, mujeres y hombres, toda una generación para vivir con la sabiduría divina: "No son los sabios los de mucha edad, ni los ancianos entienden el derecho" (Job 32:9).
La sabiduría inicia cundo reconocemos a Cristo como Salvador personal. Lo que antes era confusión y extravío, ahora es claridad y certidumbre. Tal como la persona que sale de un túnel oscuro y es golpeado por la luz, así es la persona que, al conocer del Cristo, sale de la oscuridad y es alcanzado por la luz de Dios: "Más para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios" (1 Corintios 1:24).
La Biblia nos enseña que el camino de la necedad, así como la camino de la sabiduría, tienen un destino y un pago.
La necedad es una decisión del corazón. Es decir, es una postura de vida. "Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga el bien" (Salmo 14:1).
Cuando caemos en la necedad de la vida, como desconfiar de Dios o vivir sin obedecerle siguiendo nuestro propio camino, nuestra vida se corrompe y cae en la desesperación.
Pero si andamos en el camino de la sabiduría, que comienza con reconocer a Cristo como Señor, el destino es la bendición y la paz.
Por consiguiente, debemos buscar la sabiduría. Debemos valorarla, apreciarla y anhelarla como lo más importante en nuestra vida. En consecuencia, Dios nos otorgará sabiduría y nos llenará de bendición.
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