En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos (Efesios 4:22).
La vida del cristiano es una vida que ha experimentado un cambio. Es una vida que ha pasado de las tinieblas a la luz, de la amargura a la felicidad, de la intranquilidad y la ansiedad a la paz y la tranquilidad, y es una vida que ha pasado de la rebeldía a la obediencia.
La Biblia nos dice que tal cambio tiene lugar en el momento en el que creemos en Jesucristo. A partir de ese momento nacemos de nuevo y Dios nos da un corazón nuevo (2 Corintios 5:17). Lo anterior equivale a decir que la vida ha sido transformada y renovada, dejando atrás las cosas pasadas.
Un hermano de la iglesia, en su juventud tuvo un compañero de escuela que vivía en la fiesta y solo quería seguir los placeres de este mundo. Un día, el hermano le dijo: “En esta vida solo estamos de paso”. Éll quería hacer reflexionar a su amigo que no era creyente, que la vida es breve y que lo importante es creer en Cristo.
Después de terminar la preparatoria dejaron de verse. Pasaron los años y no volvieron a saber el uno del otro. Un día, cuando este hermano estaba en la iglesia, recibió una llamada. Del otro lado del teléfono, una voz preguntaba por el nombre de este hermano.
Se trataba de aquel amigo que había dejado de ver en la escuela años atrás. “Amigo ¿cómo estás? He conocido a Cristo, tuve un encuentro personal con Él. En todos estos años, nunca me olvidé de tus palabras: En esta vida solo estamos de paso. Ahora entiendo perfectamente a qué te refieres”.
Días después se reencontraron y el rostro de su amigo era otro. Había sido tal el cambio que incluso tenía un brillo especial en sus ojos. Había dejado la bebida, la fiesta, el interés por los placeres de este mundo y le decía al hermano de nuestra iglesia: “Soy una nueva criatura”.
Es verdad, creer en Cristo es tener vida nueva. Es ser renovado y transformado. Por eso, la vida del cristiano es una vida que ha sufrido un cambio crucial.
No obstante, aunque hemos nacido de nuevo y nuestra vida ha experimentado un cambio, y aunque creemos en Cristo y caminamos con Él, nos enfrentamos a un enemigo que vive en nuestro interior. El apóstol Pablo lo llamó: “El viejo hombre” (Efesios 4:22).
Pero, ¿quién es este viejo hombre? Se refiere a la inclinación natural que tenemos a vivir lejos de Dios, sin considerarle, sin amarle y sin obedecerle. Todos estamos en una lucha abierta contra el viejo hombre. Y todos aquellos que hayan creído en Cristo, deben tener muy presente que un enemigo como tal está en su interior y se opone a todas las cosas que son de Dios.
Lo interesante es que ese enemigo interior no es el diablo, ni los demonios, sino uno mismo. Vivimos por tanto tiempo habituados al pecado que esa inclinación todavía ejerce su influencia en nosotros. Muchos quisieran culpar al diablo. Muchos quisieran decir es el diablo el que me hace ser chismoso, o el que me hace ser mentiroso. Es el diablo el que me empuja a adulterar o a fornicar.
Muchos quisieran que fuera así. Porque es más fácil culpar a otro y deshacerme de mi responsabilidad. La verdad es que caemos y tropezamos como resultado de nuestra propia inclinación a pecar (Santiago 1:13-15).
Pablo dijo: “Despojaos del viejo hombre”. ¿Qué quiere decir esto? Esta palabra significa, en primer lugar, “Destronar”. Es decir, arrebatar el comando, la autoridad y poner fin al reinado de nuestra vieja naturaleza. En los tiempos del Antiguo Testamento, un rey conquistaba un reino porque era más poderoso y tenía un ejercito más grande que su oponente.
Para destronar al viejo hombre hay que llevarlo ante Cristo y decirle: “El Rey Jesucristo es más fuerte que tú”. Y debemos someter a ese enemigo interior bajo el poder de Cristo (Gálatas 2:20).
En segundo lugar, despojarnos del viejo hombre significa “deshacernos” de él. Esto equivale a considerar lo que antes fuimos como una perdida y como basura. Mientras amemos al viejo hombre y valoremos su influencia, él seguirá dominándonos. Pero en el momento en que consideremos que su influencia y sus deseos solos nos conducen a la perdición y que la vida que nos ofrece es vana, podremos vencer sobre él. Pablo decía: “…” (Filipenses 3:7-8).
En tercer lugar, significa sacudirnos. Esto significa una renovación continua. Una casa necesita mantenimiento. Si no la limpiamos, el polvo y la suciedad se cumulan. Entonces, vienen las plagas. También nuestra vida necesita mantenimiento diario.
Usted, si ha creído en Cristo, si verdaderamente le recibió como Señor y Salvador, tiene una lucha contra el viejo hombre. Destrónelo, deséchelo y sacúdaselo.
Haga esta oración conmigo.
Amoroso Dios, Tú me has dado vida nueva por medio de Cristo. Tú sabes y conoces la lucha que tengo contra el viejo hombre. Ayúdame a no culpar a otros, al destino, al as circunstancias, sino a tomar la responsabilidad de esta lucha personal.
Pido en el nombre de Jesús, mi Señor y suficiente Salvador, que le día de hoy me fortalezcas en el poder del Espíritu Santo, para tener victoria sobre el viejo hombre. Tú me mandas destronarlo. Debido a que Cristo es mi Señor, ayúdame a recordar siempre que pertenezco a su reino y le debo mi mayor obediencia.
Me mandas desecharlo. La vida que tuve antes no tiene valor, pues era una vida sin Dios y sin su voluntad. También me mandas limpiarme y renovarme cada día. Con tu Palabra y con el Espíritu Santo es posible. Gracias te doy, me libras del viejo hombre y puedo vivir en victoria. En el nombre de Jesús. Amén y amén.
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