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Foto del escritorMarlon Corona

Deshaga el veneno del resentimiento

Actualizado: 13 jun 2019

Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo (Efesios 4:32).

Uno de los enemigos principales de la paz y el reposo que Dios quiere darnos es sin lugar a dudas el odio y el rencor. Para poder entrar en aquel descanso para el alma prometido por Dios, debemos optar por una vida de amabilidad, de reconciliación y de tolerancia.

¿Cuánto ha sufrido la humanidad por causa de la discordia, la pelea, el juicio y el hecho de adherirse excesivamente a algún punto de vista? Dios no quiere que vivamos de ese modo. Dios quiere que renunciemos a cualquier tipo de odio y rencor, y que nos convirtamos en agentes de reconciliación. Dios desciende sobre aquellos que viven una vida de perdón.

Una relación se destruye por la falta de perdón, por la incomprensión y por mantenernos endurecidos en nuestro corazón como una roca. En todas nuestras relaciones personales podemos experimentar un asombroso milagro de bendición si tan solo llegamos a perdonar. Tan sólo decir con sinceridad: "perdóname" y responder con esfuerzo: "te perdono", renovará cualquiera de nuestras relaciones porque Dios se mueve donde existe el perdón.

Con la finalidad de ser felices y de traer descanso a nuestra alma tenemos que aferrarnos al perdón.

Ernest Gordon, quien sobrevivió a las atrocidades de la segunda guerra mundial, relató una historia desgarradora en su autobiografía. Él cuenta que una mañana, los soldados escoceses que trabajaban en los rieles de un ferrocarril, oprimidos y forzados por el ejercito de Japón, habían extraviado una pala. Debido al mal trato de los japoneses, el comportamiento de los soldados escoceses se había degenerado a un estado bárbaro.

Al contar todas las palas, faltaba una aquel día y el soldado japonés encargado se enfureció y demandó que aparecieran la pala o él comenzaría a matar a los obreros. Debido a que nadie entre los trabajadores se movía ni decía una sola palabra, el oficial sacó su pistola y amenazó con matar a todos en ese momento. Era obvio que el oficial estaba hablando en serio.

Fue entonces cuando un hombre dio un paso hacia el frente. El oficial guardó su pistola, tomó una pala y golpeó al hombre hasta que murió. Aquella tarde, los sobrevivientes escoceses, tomaron al hombre muerto y lo enterraron. Era aterrador lo que estaban viviendo. Al final del día se realizó el segundo chequeo de las herramientas. Esta vez encontraron que no se había perdido la pala. La verdad es que alguien no contó bien la primera vez.

Lo sucedido corrió por todo el campamento. Un hombre inocente, de buena voluntad, sacrificó su vida por todos los demás. Este incidente tuvo un efecto profundo en los escoceses. Comenzaron a tratarse entre sí como si fueran hermanos.

Cuando los aliados americanos entraron a liberar aquella zona en 1945, los sobrevivientes escoceses, que parecían esqueletos humanos debido a la desnutrición, se pudieron frente a los japoneses y, en vez de atacarles, los abrazaron con lágrimas en sus ojos. Decían: “No más odio, no más matanza. La guerra ya terminó. Lo que necesitamos ahora es el perdón”.

Si usted confía en Dios de todo su corazón y le entrega la situación, puede perdonar al prójimo; todo esto a fin de vivir plenamente y alcanzar la felicidad. Es verdad, lo que necesitamos hoy en día no es más odio en el hogar, ni más venganza, sino perdón. Les pido en el nombre de Jesús que perdonen a sus ofensores. La guerra termina, no cuando se acaban las balas ni cuando las espadas se rompen, sino cuando el perdón aparece en escena.

Cuando una persona vive presa del rencor ya ha perdido la felicidad. Se dice que el 70% de las enfermedades del hombre moderno se relacionan con el corazón, es decir, el temor, el rencor y la ansiedad. Por tanto, si quiere vivir sano, tiene que deshacerse de todo temor, odio y ansiedad, y debe vivir con misericordia y comprensión hacia quienes le rodean.

Por otro lado, la misericordia y el perdón no son posibles con la fuerza del hombre. Pero a través de su Palabra, Dios nos exhorta a que vivamos una vida amable y, por cierto, nos revela cómo alcanzar el objetivo.

La Biblia dice en Efesios 4:32 lo siguiente: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. Esto significa que el Señor nos comprende y tiene empatía por nosotros; por tanto, debemos confiar en el Señor, porque Él es quien nos da un corazón amable que nos permitirá perdonar a otros. En síntesis, hay que confiar en el Señor, a fin de ser amables y misericordiosos con todos.

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