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Foto del escritorMarlon Corona

Del lamento al arrepentimiento

Actualizado: 28 ago 2019

Del lamento al arrepentimiento

"Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido."(Apocalipsis 2:5)

Uno de los pasajes más alentadores de la Biblia es Eclesiastés 3. Este pasaje nos revela que en la vida no siempre seremos afligidos, no siempre sufriremos, sino que también habrá un tiempo de gozo, de cosecha y de victoria. Eclesiastés 3:1-4 dice lo siguiente: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar”.

En esta porción de la Escritura, Salomón, el rey sabio, nos señala que la vida es un constante arriba y abajo, que siempre vienen a nuestra vida temporadas buenas y malas. Y por eso, resulta necesario y fundamental aprender a vivir con una buena actitud y poner buena cara sea el tiempo que sea.

En nuestra vida, a veces experimentamos fracasos y derrotas. Es ahí cuando muchos se entregan a una mentalidad de frustración y se repiten a sí mismos: “Yo no sirvo, yo nunca lo podré lograr”. No obstante esta clase de pensamientos no honran a Dios ni nos guían a nada bueno.

John Bunyan vivió en el siglo XV y se destacó por ser un gran predicador y escritor. Aunque asistía a la iglesia debido a la insistencia de su esposa, en un principio él no era un cristiano verdadero. No fue hasta que escuchó una predicación del pastor Elstow que fue sacudido y llamado por el Señor. Y a partir de entonces, se consagró a la obra de Dios, estudió y se convirtió en predicador.

Más tarde, por causa de las amenazas de un grupo radical, fue encarcelado por predicar la Palabra de Dios. En ese lugar, comenzó a desanimarse y frustrarse al punto de pensar: “¿Qué propósito tiene todo esto?” Sin embargo, el Señor le reveló un gran propósito.

Durante su estancia en la cárcel, que duró cerca de de 12 años, se dedicó a escribir. Entre las obras literarias que escribió se encuentra el famoso libro “El Progreso de peregrino”. En él, Bunyan relata su propia experiencia cristiana y su transformación a los caminos de Dios. Al final, este libro llegó a ser el más vendido después de la Biblia. Muchas veces, Dios usa la frustración y una situación adversa para revelarnos un gran propósito.

Luego de un fracaso o una derrota, es cierto, debe haber un momento para llorar, para lamentarnos, para reflexionar. Sin embargo, si nuestra actitud no cambia del lamento al arrepentimiento, nunca podremos superar esa situación. Después de una caída, uno debe pasar de lamentarse a arrepentirse.

La palabra arrepentimiento, en griego, significa cambiar de mentalidad. Esto es ver las cosas desde otra perspectiva, cambiar de dirección, tener un cambio de corazón y de actitud. En ningún momento uno debe quejarse ni decir: “Soy un fracasado. Soy un desastre. Dios nunca volverá a valerse de mí. No sirvo para nada. Dios me hará a una lado”. Hay que dejar de lamentarnos e iniciar el proceso de arrepentimiento.

Entonces, ¿en qué consiste el arrepentimiento que debe tener lugar en nuestra vida? En Apocalipsis 2:5 está escrito lo siguiente: “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”. Aquí, el Señor está reprendiendo a la iglesia de Efeso que ha dejado su primer amor. Es decir, ha dejado la sinceridad y la diligencia con la que servía al Señor.

A menudo, los más grandes fracasos en nuestra vida, tienen lugar cuando hemos dejado nuestra relación con Dios y hemos pausado nuestra meditación en su Palabra. Poco a poco comenzamos a enfriarnos y a volvernos insensibles al pecado. Después, cuando menos lo pensamos, ya estamos de la mano con una vida desobediente y con el pecado.

Por eso, la exhortación para la iglesia de Efeso es también para nosotros. El Señor nos dice: “Arrepiéntete”. Existe una diferencia entre el remordimiento y el arrepentimiento. Aunque parecen ser iguales a simple vista, en realidad su esencia y sus alcances no son los mismos.

Una vez, un hombre que había estado luchando con el alcohol y la bebida, vino a la oficina para platicar conmigo. Entre lágrimas me dijo: “Ya no quiero tomar, he llegado a odiar el alcohol. Sin embargo, después de un tiempo vuelvo a caer y así pasa siempre”.

Yo le dije: “Entonces, lo que usted tiene es un remordimiento no un arrepentimiento genuino”. Él me miro y torció la cabeza en un gesto de incomprensión. Así que le dije: “Mire, el arrepentimiento se distingue del remordimiento en que el arrepentimiento produce una convicción de cambio, mientras el remordimiento solo produce un cargo de consciencia”.

“El día en que usted se dé cuenta de que el alcohol no solo es un veneno para su cuerpo sino para su matrimonio, su negocio y su familia, y el día en que vea que su futuro tiene garantizada una devastación inminente por la bebida, ese día usted dejará de tomar”.

Así mismo, el arrepentimiento crea convicción. El remordimiento solo es un cargo de consciencia que no pasa de un trago amargo. Mientras el arrepentimiento nos motiva al cambio, el remordimiento nos mantiene estancados. Una de las emociones más peligrosas es el remordimiento. Nunca se logra nada en un entorno de depresión y autocondenación.

El arrepentimiento es diferente. Si bien señala nuestras faltas nos lleva a una profunda reflexión, a un dolor por el pecado y a un deseo por santidad. Casi todas las historias de éxito han iniciado con algún fracaso. Cuando hay una actitud de arrepentimiento, uno puede aprender de sus propios errores. Estoy seguro de que algunas lecciones solo se aprenden a partir de los errores y fracasos.

Haga esta oración conmigo.

Amado Padre celestial, Tú eres el Dios de las segundas oportunidades, el Dios de los nuevos inicios. Ayúdanos a ver con claridad nuestra necesidad de arrepentimiento. Y sobre todo, concedernos el volvernos a ti de todo corazón. Ayúdanos a pasar del remordimiento al arrepentimiento. En el nombre de Jesús, amén y amén.

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