"Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas" (Josué 1:9).
Se nos ha ordenado ser fuertes y valientes
La vida es un constante desafío. A diario se presentan delante de nosotros diversas situaciones que nos amenazan. Estas van desde las más pequeñas hasta las más grandes.
A veces, escucho a la gente decir: “Mi marido y yo estamos por separarnos”, “Mi hijo cayó en las adicciones y anda con malas amistades”, “Mi negocio no está funcionando, creo que voy directo a la quiebra”.
Otros dicen: “Estoy deprimido, no sé que hacer con mi vida, estoy tan frustrado”. La verdad es que las quejas de las personas van desde las más simples hasta las más complejas.
Hace tiempo leí una porción de la biografía de Eric Liddell en donde se relata uno de los eventos más determinantes a importantes en su vida como atleta.
Tengo que confesar que cuando leí esta parte de su historia me emocioné bastante porque creo que es una historia que nos deja una gran lección a todos nosotros como hijos de Dios. Es una historia de cómo la actitud vence y está por encima de las circunstancias.
Eric Liddell fue campeón de la carrera de 400 metros planos en los juegos olímpicos de Paris, en 1924.
Sin embargo, cuando supo que su carrera iba a llevarse a cabo en el día del Señor, es decir, el día domingo, se rehusó a competir, diciendo: “Me opongo a que el deporte sea en domingo”. Y así se eliminó a sí mismo.
Las criticas, menosprecio, escarnio y rechazo no se hicieron esperar por parte de la prensa y la sociedad. Aun los periódicos de su propio país lo criticaron.
Comentarios como: “Que tonto que alguien renuncie a algo tan importante solo por sus creencias religiosas” o “Que desperdicio de atleta” eran los más comunes que se escuchaban en aquel entonces.
Pero la actitud tan noble y marcada por la devoción de este atleta, hicieron que la administración cambiara la carrera para días después, entre semana.
Más tarde, después de haber ganado la carrera rompiendo, además, un récord mundial, Liddell dijo en una entrevista: “Recuerdo que cuando me disponía yo a correr, en las pruebas finales, el instructor se acercó a mí y me entregó una nota. La abrí y leí las palabras: “Yo honraré a los que me honran”. Esta fue la promesa de Dios para mí. Él me ayudó y yo gané”.
Todas las personas que una vez lo criticaron y lo menospreciaron, cambiaron su opinión y le dieron un gran aplauso.
Todos tenemos alguna clase de dificultad, contrariedad, adversidad o desafío que encarar. No hay quien el día de hoy se haya levantado sin algún problema delante de sus ojos.
No obstante, la actitud que demostramos frente a las circunstancias determina el rumbo de nuestra vida. Todos tenemos problemas, sí. Pero nuestra actitud determina el curso que tomará nuestra vida. Un escritor contemporáneo dijo: “El crecimiento de toda persona depende de la manera en la que responde al desafío”.
En otras palabras, una persona puede seguir creciendo en su fe si responde correctamente ante el desafío. Por el contrario, si su respuesta es negativa y derrotista, tal persona se volverá esclava del fracaso.
Josué fue uno de los personajes bíblicos que más se distinguió por su actitud y devoción para hacer la voluntad de Dios.
El Señor le dijo en Josué 1:9: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”. De estas palabras podemos aprender una gran lección el día de hoy.
Permítame compartir con usted tres lecciones espirituales que nos enseña Josué 1:9 sobre cómo podemos enfrentar los desafíos de la vida, y sobre cómo podemos pasar del desaliento y el desánimo al esfuerzo y a la fe. Podemos decir que Josué 1:9 nos da la clave para enfrentar la vida.
En primer lugar, debemos dar lo mejor de nosotros frente al desafío. Cuando enfrentamos alguna adversidad o dificultad, solemos darnos por vencidos de antemano y nos frustramos.
Sin embargo, tenemos que entender que las pruebas en nuestras vidas son justamente lo que podemos sobrellevar y que nunca exceden a nuestra capacidad.
En medio de las adversidades de la vida, Dios nos da un mandamiento: “Esfuerzo y valentía”. ¿Qué quiere decir esto? Solemos abrazar las promesas de Dios porque son dulces, pero debemos abrazar también sus mandamientos.
Él nos manda no darnos por vencidos ni retroceder. Al Señor no le agrada la gente que vuelve atrás: “Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma” (Hebreos 10:38). Por eso, no volvamos atrás.
La segunda lección espiritual que aprendemos es sobre vencer el temor. Sobre todas las cosas, tenemos que creer que Dios está con nosotros.
Mucha gente se siente sola y desamparada. Piensan que Dios los ha abandonado. Pero tanto la depresión como la soledad y el abandono son sentimientos que no agradan a Dios, porque provienen del diablo.
Nuestro Dios es el Dios de amor que siempre está con nosotros y nos ayuda en nuestra debilidad. Él dijo: “Estaré contigo en dondequiera que vayas”. Hermanos, Dios les ama, ¿por qué habría de abandonarles?
La última lección que aprendemos de Josué 1:9 es que debemos enfrentar el desafío. Huir nunca resuelve nada. Tenemos que hacerle frente a la adversidad en oración, ayuno y servicio a Dios. Esta es la actitud que nos trae la victoria.
El momento del desafío es cuando ponemos en practica nuestras convicciones. Hoy es el día de empezar a hacerle frente al desafío y creer que con la ayuda de Dios podemos vencer. Hoy lo invito a encarar la situación y aceptarla como viene creyendo que Dios le dará la salida.
Sin duda, uno de los peores sentimientos que una persona puede experimentar es el desánimo y la sensación de fracaso. Recuerde las palabras que le fueron dadas a Josué: “Esfuerzo y valentía”.
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