Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío (Salmo 19:14).
Una de las decisiones más importantes y trascendentales, y una de las decisiones que más tienden a determinar la vida de un creyente, es la de cuidar sus pensamientos y su corazón. La decisión de no llenar nuestra mente con cosas que no honran a Dios, que no nos edifican y que, en lugar de encender nuestros afectos espirituales los apagan, esa es una de las decisiones más sabias y acertadas que un cristiano puede tomar.
Todas las mañanas, después de venir a orar y compartir la meditación del día, regresamos a casa caminando. Mi esposa, mi papá, Melanie y yo, todos los días tomamos el mismo camino. Lo hacemos cada mañana, y casi siempre tenemos la oportunidad de ver el amanecer. Siempre es una experiencia agradable el recibir un nuevo día después de orar.
De camino a casa, siempre nos encontramos a una anciana con una escoba vieja, que está barriendo la calle. Casi todos los días, ella sale temprano a barrer su acera y la de los vecinos. Y su calle siempre está limpia. Todos los días, al pasar junto a ella le decimos: “Buenos días“ y ella nos responde con una sonrisa: “Buenos días”. La alegría y la satisfacción se dejan ver en su rostro.
Me he dado cuenta de que ella hace un esfuerzo cada mañana por mantener limpia su acerca. Y el día que no lo hace el lugar tiende a verse sucio y desagradable. Y he concluido que esa debe ser la actitud del cristiano cada día. El proverbista dijo: “…” (Proverbios 4:23). Pablo les recordó a los Corintios que los atletas, para ganar el primer lugar, se preparan cada día, se esfuerzan y se disciplinan a sí mismos. Ellos, para ganar una corona corruptible, es decir, un premio que se va a quedar en esta tierra.
Pablo, valiéndose de ese ejemplo, les dijo les dijo a los Corintios que, si así lo hacen los competidores, cuanto más los hijos de Dios, deben ser absolutamente comprometidos y rigurosos, porque la corona a la que aspiran es eterna. Nosotros estamos en la carrera de la fe, es la carrera de la vida y de la gracia. Y con mucha más razón debemos esforzarnos y disciplinarnos a nosotros mismos en nuestra mente.
Esta anciana, todos los días barre y limpia su acera. Aunque es un acto noble y admirable, no deja de ser algo terrenal. Pero ella lo hace con alegría y convicción. ¿Cuánto más nosotros, debemos cuidar la mente y el corazón? ¿Cuánto más nosotros, debemos limpiarnos de los malos pensamientos, de la amargura, de la avaricia y del pecado?
Cuidar la mente es un trabajo de todos los días. Y es un trabajo que nadie puede hacer por usted, excepto usted mismo. Es un trabajo en el que tenemos que salir muy temprano en la mañana y barrer toda la suciedad que pueda encontrarse en nosotros. El polvo del desánimo, los escombros de la culpa, la hojarasca del fracaso, la basura del rencor. Todos los días hay que cuidar la mente.
Esta disciplina de cuidar la mente, tan importante como es, consta de dos aspectos principales. Por una parte, primero se trata de limpiar y erradicar. Debemos analizar cada pensamiento que tenemos y no dejarnos llevar por él solo porque está en nuestra mente. Sino que, tenemos que pasarlo por el filtro de la Palabra de Dios.
Cada día, debemos verificar y asegurar nuestros pensamientos. A menudo me pregunto, si los pensamientos de mi corazón se quedaran desnudos y todos pudieran verlos, ¿de verdad honrarían a Dios esos pensamientos o me moriría de la vergüenza? ¿evidenciarían que soy un hijo de Dios o me harían ver como uno que no ha conocido a Cristo? Creo que estas son grandes preguntas que todos debemos hacernos.
He visto a muchas personas que arruinaron sus vidas y trajeron desgracia a su existencia por el hecho de no cuidar sus pensamientos. ¿Qué clase de personas seremos nosotros? ¿Seremos de los que salen cada mañana y limpian su mente y su corazón, y tienen una bella acera qué mostrarle a otros? ¿O seremos descuidados y permitiremos que la contaminación destruya nuestras vidas?
La Palabra de Dios nos consolará, nos animará, nos dará nuevas fuerzas, pero también nos disciplinará y nos dará un estándar para lo que debemos pensar, meditar y hablar (incluso publicar en nuestras redes sociales). El salmista dijo: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío” (Salmo 19:14). Yo quiero invitarlos a analizar sus pensamientos, a cuidar la mente y el corazón, y a no aceptar cualquier pensamiento o sugerencia que venga a ustedes. Ese es el primer aspecto del cuidado de la mente.
La otra parte del cuidado de la mente consiste en llenar y plantas. Es decir que, mientras por una parte desechamos la mentalidad errónea, por otra parte, bebemos de la fuente de vida y llenamos nuestra mente con los pensamientos correctos. Quisiera hablar más al respecto el día de mañana.
Traigamos nuestra mente y corazón delante de Dios. Digámosle: “Examíname, oh Dios”. Recordemos siempre que ninguna técnica terapéutica es capaz de transformarnos como lo hace el Espíritu Santo y la Palabra de Dios.
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