!!Oh, si me hubiera oído mi pueblo, Si en mis caminos hubiera andado Israel! (Salmo 81:13)
Si una persona siembra una semilla y la cuida, regándola y abonándola continuamente, aquella semilla crecerá de forma natural. De la misma forma, si cultivamos nuestra comunión con Dios diariamente, creceremos y floreceremos en la vida cristiana.
Por lo tanto, el crecimiento en la gracia, en la fe y en el conocimiento de Dios es lo más natural para un cristiano que camina con Dios. El día de hoy, preparémonos para seguir caminando con el Señor y ser bendecidos con experiencias que desarrollen nuestra fe.
El aserrín del mundo y el Pan de la Palabra
Una fría tarde de otoño, un anciano salió a dar su caminata habitual al parque, llevando bajo su abrigo una bolsa de papel con migajas para alimentar a las aves.
Al llegar al parque, notó que la banca en la que acostumbraba sentarse a esparcir las migajas estaba ocupada por un niño. Al acercarse un poco, el anciano notó que el niño arrojaba con su pequeña mano algo que parecía ser comida.
Sin embargo, cuando se acercó un poco más, se dio cuenta de que se trataba de aserrín. No eran migajas de pan, ni semillas ni comida de aves, sino aserrín. Intrigado, el anciano le pregunto: “Niño, ¿qué es lo que haces?”
El pequeño de aproximadamente 6 años le respondió: “Señor, vengo todos los días al parque al igual que usted y he observado que muchas aves se le acercan cuando les da de comer. Yo también quiero que ellas se acerquen a mí. Pero por más que les doy de lo que traje, no se acercan ni un poco”.
El anciano sonrío, se sentó junto a él y le explicó: “Pequeño, tienes qué saber algo muy importante. Los pajarillos están acostumbrados a las migajas de pan. Ellos no comen aserrín. Por eso, aunque se los ofrezcas, no se acercarán a ti”.
“Sin embargo, dales un poco de migajas y verás cómo bajan apresurados de los árboles para comer. Si tú les das el alimento indicado ellos vendrán y se acercarán a ti sin ningún problema”.
Al final, el anciano abrió su bolsa y la puso en manos del niño, quien con alegría comenzó a esparcir migajas por el jardín y por el suelo. Muchas aves de acercaron a comer aquella tarde y el niño se sintió alegre y feliz al final.
Al igual que en esta historia, hay dos tipos de alimento en esta tierra: El aserrín del mundo y el Pan de la Palabra de Dios. A simple vista, parecen ser iguales. Sin embargo, si los miramos de cerca, descubriremos la gran diferencia que existe entre ellos.
El aserrín del mundo, que son los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, servidos en el plato del humanismo y la filosofía, no son más que polvo que se lleva el viento.
Las cosas que el mundo ofrece, sus deleites y placeres, son como la espuma. Parece que pueden saciarnos sin embargo, al meter la mano solo hay vacío y desilusión.
No obstante, la Palabra de Dios es verdadero alimento para el alma y el espíritu. Cuando comemos el pan de las Escrituras y bebemos el agua de la verdad, nuestra hambre es saciada y nuestra sed es apagada.
Quien es realmente un hijo de Dios conoce bien la diferencia, por así decirlo, entre el aserrín y el pan. Hoy en día, muchos que se dicen cristianos están comiendo del aserrín del mundo en lugar de ser alimentados por el Pan que desciende del cielo.
Por esta razón, muchos se sienten débiles y cansados, al punto de desmayar y caer. Debido a que no están alimentados con los nutrientes espirituales de la fe, la esperanza y el amor, no tienen fuerzas para continuar.
Lo único que verdaderamente puede satisfacer los anhelos del alma y que puede llenar los vacíos más profundos de nuestro ser es la Palabra del Dios viviente.
Yo pregunto, si no comemos el pan de la Palabra de Dios, ¿con qué fuerzas vamos a enfrentar la vida? Cuando vengan los problemas en el hogar, ¿con qué fuerzas vamos a ser pacientes y a perdonar? Cuando haya dificultades ¿como vamos a estar de pie ante el afán y la ansiedad?
Dios quiere otorgarnos la bendición del crecimiento espiritual. El Señor no quiere que nosotros vivamos en medio de la depresión, la fatiga y la debilidad. Él no quiere vernos frustrados y derrotados en esta vida.
Crecer espiritualmente significa llegar a ser firmes en Dios y encontrar fuerzas en Él. Si crecemos espiritualmente podremos superar con éxito las adversidades que esta vida conlleva. Aun cuando vengan ríos impetuosos contra nosotros, podremos estar de pie, firmes en el Señor.
Sin embargo, para que la bendición del crecimiento espiritual sea una realidad, primero tenemos que alimentarnos con el Pan de la Palabra de Dios.
El Señor Jesús dijo: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Esto indica que hay una parte de nuestro ser que no se sacia solamente con el pan y la carne de esta tierra.
Esta parte de nosotros es nuestro espíritu. Y solamente la Palabra de Dios puede satisfacernos. Agustín solía decir que, debido a que fuimos creados por Dios, nuestras almas nunca estarían satisfechas hasta que reposaran en Él.
El Dios de la Biblia es el Dios que provee y satisface. Él es el Dios que da de comer a todo aquel
que le busca con sinceridad. El Salmo 145:15-16 dice así: “Los ojos de todos esperan en ti, Y tú les das su comida a su tiempo. Abres tu mano, Y colmas de bendición a todo ser viviente”.
Nuestro Dios quiere saciarnos el día de hoy. Por eso, quiero invitarlo a hacer un espacio en sus actividades diarias. Lo invito a hacer una pausa por unos minutos, en el momento en el que pueda hacerlo, para abrir su Biblia y meditar en la Palabra de Dios.
La FAO, que es la organización de las Naciones Unidas para la alimentación, dijo que una persona es lo que come. Es decir, somos lo que comemos.
Esto es particularmente cierto en relación a la vida cristiana. Si usted se alimenta de aserrín, se sentirá débil y cansado. Pero si se alimenta de la Palabra, Dios le bendecirá con fortaleza, claridad, sabiduría y alegría.
Por eso, tenga tiempos privados con la Palabra de Dios. Permita que la Palabra llene su mente y corazón, y que ella limpie su vida del negativismo, la apatía y del pecado. El Señor dijo en Juan 17:17: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”.
Por eso, cuando meditamos en la Palabra, también somos limpiados de los malos pensamientos, la amargura, la ansiedad y el negativismo.
¿Qué necesita el hombre hambriento? ¿Dinero? No. ¿Fama? Tampoco. ¿Buena ropa? Menos. Lo que necesita es alimento. Y ¿Qué necesita un hombre sediento? ¿Acciones en la Bolsa? ¿Una casa más grande? No. Él necesita agua.
Si usted quiere crecer en su vida espiritual y fortalecerse en la fe, haga de la Biblia su alimento de cada día. Entonces, Dios le llenará y le saciará.
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