"Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas" (Santiago 1:2)
La dicha más grande que podemos tener en esta vida es la de conocer a Dios y caminar con Él. Nada en esta tierra puede compararse al inmenso deleite que tenemos en el Señor una vez que le hemos conocido.
Adversidades y problemas pueden presentarse en nuestro camino. Los más grandes desafíos pueden amenazarnos. Sin embargo, si hemos saboreado la dulce bondad y misericordia del Señor, no hay temor pues nada puede arrebatarnos el gozo, ni la paz ni la esperanza.
El sufrimiento que desarrolla la fe
Ser cristianos no significa que no tendremos problemas o adversidades, o que nunca sufriremos. Ser cristianos equivale a contar con la presencia de Dios en medio de cualquier situación que aparezca ante nosotros.
A lo largo de nuestra vida cristiana, tendremos que atravesar todo tipo de situaciones. Así como en la naturaleza hay días soleados y días de lluvia, días de calor y días de frío, así también en la vida cristiana hay diversas circunstancias en las que estamos envueltos.
Sin embargo, cuando tengamos que sufrir o padecer, ya sea por ser cristianos o por los problemas que esta vida conlleva en sí misma, no debemos tomar esos problemas como una señal de que Dios nos ha olvidado o soltado.
Por el contrario, tenemos que acordarnos de que, a cada paso, Dios está con nosotros, nos consuela y nos anima a salir adelante. Desafortunadamente, en esta vida no solo hay buenos momento sino también momentos amargos.
Ante esta realidad, el pastor Spurgeon dijo: “Cuando Dios se convierte en nuestro Consolador, ninguna angustia puede permanecer por largo tiempo”. ¿Qué quiere decir esto? Que, no bien, el cristiano sufre, nunca está solo o desprovisto. Dios siempre está con Él, a su lado.
En cierta iglesia, había una hermana que era conocida por sus quejas sobre la vida y por sus muchas enfermedades. La llamaban “la hermana Dolores”, ya que nunca perdía la oportunidad de hablar de todos los males que la aquejaban.
Era una anciana a la que le quedaban pocos años de vida. Sus padecimientos le habían restado vitalidad. Sin embargo, muchas de sus enfermedades eran producto de su imaginación. La actitud negativa de esta hermana contribuyó mucho a su falta de salud y bienestar.
Por otro lado, en la misma iglesia había una hermana que aunque estaba enferma de cáncer, era capaz de vivir en medio del dolor con gozo y esperanza. Esta hermana, inspiraba fuerza y ánimo a quienes la conocían.
Mientras estaba en su cama semanas antes de morir, pedía a diario que le llevaran un espejo y un cepillo. Luego, ensayaba su mejor sonrisa y arreglaba su cabello para recibir a los familiares y amigos que la visitaban.
Muchas personas lloraban de gozo cuando la escuchaban compartir mensajes de esperanza, de fortaleza y de confianza en Dios. Ella se mantenía erguida, planificando con alegría todos los detalles de su funeral.
A todas sus visitas les decía: “Estoy lista para ir al encuentro con mi Señor, ¿tú ya estás listo?” Esta hermana llamada Esperanza, murió con una sonrisa mientras dormía. Ahora está en la presencia de Jesucristo. Verdaderamente, esta hermana fue una gran maestra en el arte de saber vivir.
Toda persona en este mundo tiene algún tipo de aflicción. Sin embargo, cada quien tiene que decidir qué actitud va a mostrar frente a los problemas. Es decir, todos tenemos problemas pero no todos tenemos la misma actitud.
Así como la hermana Esperanza mostró gozo y fortaleza ante la muerte, nosotros tenemos que mostrar la misma actitud frente a la vida.
Santiago dijo: “2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:2-3).
Leyó bien. Debemos gozarnos en medio de las pruebas. ¿Por qué? Esto se debe a que las pruebas, los problemas y las aflicciones son los instrumentos que Dios usa para hacernos crecer y madurar en la fe.
Muchas de las lecciones espirituales que debemos aprender, solo pueden ser aprendidas en medio del fuego de la prueba, a través del frío de la soledad o en medio del dolor del quebranto. Por eso, no debemos rechazar ni menospreciar las tribulaciones que Dios nos permite atravesar pues ellas contienen grandes mensajes de Dios para nosotros.
En ninguna parte de la Biblia encontraremos que Dios evita el sufrimiento de su pueblo. Antes, Dios se vale del sufrimiento y de las aflicciones para darnos las más importantes lecciones de nuestra vida.
1 Pedro 5:10 dice: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca”.
La hermana Elizabeth Elliot dijo lo siguiente: “Dios no detuvo el sufrimiento de la cruz para su Hijo Jesucristo con tal de salvar a los pecadores. Dios no detiene el sufrimiento, lo usa para su gloria”.
Por lo tanto, debemos ver las aflicciones como oportunidades para crecer en la fe, para ver más claramente a Dios y para escribir capítulos de esperanza en la historia de nuestra vida.
Nunca piense que en medio de la prueba Dios le ha abandonado. Eso jamás sucede en la vida de los hijos de Dios. Hebreos 13:5 dice: “No te desampararé, ni te dejaré”. Por eso, no tenemos ningún fundamento para desconfiar de Dios o para llevar una vida de ansiedad o afán.
El líder de alabanza de nuestra iglesia, hace años escribió una alabanza que dice: “Ninguna prueba, temor o tristeza, podrán apagar este gozo que Tú me das”. Esta frase refleja la actitud que debemos tener frente a un problema.
Cuando el pueblo de Israel estaba frente a la tierra prometida, se llenó de negativismo y fatalismo al saber que había gigantes y ciudades amuralladas en aquella región. Incluso, llegaron a pensar que Dios los había abandonado. Sin embargo, Caleb se determinó a confiar en Dios y dijo: “Con nosotros está Jehová; no los temáis” (Números 14:9).
Dios se disgustó por la actitud equivocada de su pueblo y dijo que ninguno de ellos entraría en la tierra que Él había preparado. No obstante, Dios hizo una excepción con un hombre. Se trataba de Caleb.
El Señor dijo en Números 14:24: “Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión”. Caleb tuvo una actitud diferente que lo llevó a ser un gran conquistador en la historia de Israel.
Cuando aparece un desafío en nuestro camino, tenemos que acordarnos que Dios se vale de la aflicción para llevarnos al crecimiento. Por lo tanto, adoptemos una actitud de confianza, de fe y esperanza en Dios. Entonces, Él abre camino donde no lo hay, manifiesta su poder y milagros
ocurren.
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