Contigo desbarataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros (Salmo 18:29).
El pastor Charles Spurgeon tenía una frase que servía de aliento a aquellas personas que se encontraban enfrentando la batalla contra el enemigo. Su frase decía lo siguiente: “Dios y yo somos mayoría”. Esto no se refería a una actitud de soberbia o de altivez sino a la humildad de reconocer que es Dios quien pelea las batallas de su pueblo.
En nuestra vida, muy a menudo nos encontramos rodeados de adversarios y enemigos. Estos oponentes, sin embargo, no son personas únicamente. Sino que nuestros mayores enemigos son en realidad algo más fundamental.
De acuerdo con la Biblia, nuestros enemigos son, en primer lugar, el pecado. Todos los cristianos nos encontramos en una lucha abierta, ininterrumpida y agresiva contra el pecado. Naturalmente, esta lucha se vive y se manifiesta en el mal carácter, en una adicción que no hemos podido romper, en una mentalidad equivocada y en actos de desobediencia contra Dios.
En segundo lugar, el mundo es nuestro enemigo. La Biblia dice: “…” (Santiago 4:4). Aquí, el mundo se refiere al sistema de pensamientos que son contrarios a Dios. La sociedad en la que estamos viviendo no fue construido a partir de la sabiduría de Dios ni por el consejo de su Palabra, sino que fue fundada por corazones y mentes que resisten a Dios.
Por eso, todo lo que vemos a nuestro alrededor son las ideologías de hombres que han rechazado a Dios y han optado por seguir su propio camino. Tales personas van voluntariamente en una dirección opuesta a Dios y a Cristo. No obstante, Pablo ya hablaba de este tipo de personas, cuando dijo: “…” (Filipenses 3:18).
En tercer lugar, tenemos un enemigo llamado diablo. La palabra “diablo” proviene del griego que significa “Mentiroso o engañador”. Así es nuestro enemigo. Es un embustero que trata de torcer nuestros caminos mediante engaños y mentiras.
Estamos en la era del internet. Actualmente, casi no hay nadie que no tenga una computadora, un teléfono inteligente, y son pocos los que no tienen acceso a internet. Con todo esto, quiero decir que en una era tan avanzada, muchos piensan que el diablo ya no existe y que es cosa del pasado.
Sin embargo, pocos pensamientos son tan peligrosos como este. Al igual que una enfermedad que permanece oculta en el cuerpo y no es identificada a tiempo puede llevar a la muerte a una persona, de la misma manera, un enemigo que no se reconoce es más letal que un enemigo que se ve a simple vista.
Por eso, en esta era tecnológica, hace su mayor esfuerzo para permanecer oculto. Desde las sombras de la ignorancia controla al mundo moderno. Satanás no tiene tanto interés es aparecernos de noche en forma de un fantasma o en mover cosas de una manera misteriosa.
No, el interés del diablo no está en estas cosas, tanto como está en desviarnos de la verdad y hacernos caer en una mentalidad equivocada en cuanto a Dios, en cuanto a la vida, en cuanto a nosotros mismos y en cuanto a él. La lucha que desempeña Satanás es una lucha en los pensamientos. Es más, la guerra espiritual es en última instancia una guerra en la mente.
La Biblia nos describe claramente estos tres enemigos que todo creyente tiene. No obstante, la misma Palabra de Dios no nos deja en desesperación ni en tinieblas al respecto. El Salmo 18:29 dice: “…”. Con Dios podemos no solo tener una victoria escasa, sino que podemos desbaratar a nuestros adversarios. Podemos superar los muros de adversidad y problemas que nos aparecen.
Todas estas batallas se libran primero en oración. La única manera de superar los muros de oposición, los muros de imposibilidad que se nos presentan es orando fervientemente. Como iglesia, este es el cuarto lugar en el que nos encontramos. Primero, estuvimos en la sala de una casa que rente para llevar a cabo las reuniones cuando éramos 8 miembros solamente.
Todos los días, oraba fervientemente por un avivamiento y porque el Señor enviará a aquellos que habían de ser salvos. Poco a poco, la iglesia empezó a crecer. Aquel lugar comenzó a quedarnos chicos. Después, nos fuimos a un local que una hermana nos prestaba. Nuevamente ahí, volví a orar con todo mi corazón.
Después, nos trasladamos a un lugar un poco más grande. Yo seguí orando y superando aquellos muros de imposibilidad que se me presentaban. Estos muros eran que algunos decían que yo era un pastor joven e inexperto, o que las iglesias no crecen en Guadalajara. Estaba la muralla de la apatía y el desánimo. También me encontré con la muralla de las críticas y las indirectas.
No obstante, no deje de orar. Hoy, después de 5 años, nuestra iglesia tuvo que trasladarse a un lugar mucho más grande. Tenemos una asistencia que casi raya en los 300 miembros. Con Dios, es posible. Por eso, oremos.
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