Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras (Salmo 73:28).
Se da por sentado que los que han creído en Cristo y ahora son hijos de Dios, han entrado en una relación de cercanía con Dios. Sin embargo, muy a menudo, los hijos de Dios llegan a apartarse en sus pensamientos de Dios y comienzan a llevar una vida gris, carente de ánimo.
La cercanía de la que estoy hablando no es la de ser salvos porque eso es algo que solo se recibe por la sola fe en Jesucristo. Sino que esta cercanía a la que me refiero es la de nuestro caminar diario con Dios, la cual, por la distracción o la frialdad, se puede ver afectada.
Un hombre celebre dijo en una ocasión que el temor es la ausencia de Dios. El temor puede manifestarse a través de preocupación por el futuro, de un sentimiento de abandono y soledad o también por la depresión y la perdida del ánimo por vivir.
La lejanía de Dios en nuestra mente y corazón es lo que nos atrapa en la desesperación. Sin embargo, la cercanía con Dios es la victoria sobre el temor.
La prioridad mayor y nuestro más grande anhelo debe ser el de estar junto a Dios, caminar con Él y conocerlo. Muchas personas valoran los placeres, el poder, el dinero y todas las cosas de esta tierra. Pero para nosotros, la prioridad y la pasión debe ser solamente el Señor.
Permítame preguntarle: ¿Cuál es el deseo de su corazón? ¿Cuál es la prioridad que yace en él? Estoy orando que su respuesta sea la cercanía con Dios. A partir de hoy, acerquémonos a Dios en nuestra mente y en nuestro corazón.
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