"El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres."(Lucas 4:18)
Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para traernos un tiempo nuevo, de bendición, paz y reconciliación. Hoy en día, quien recibe las buenas noticias del evangelio en su vida, puede disfrutar de un nuevo tiempo porque Cristo pagó por los pecados del mundo en la cruz.
En la Biblia, podemos ver que un tiempo de dolor, muerte y opresión, comenzó cuando Adán y Eva se rebelaron contra Dios. Sin embargo, con la venida del Hijo de Dios, mediante su muerte, se abrió la puerta para un tiempo nuevo lleno de bendiciones.
Una joven de 25 años, llamada Rosy, fue invitada por una amiga de su universidad a asistir a cierta iglesia moderna. Desde luego, ella no era creyente pues se había establecido firmemente en la filosofía secular. Era, además, una joven que tenía muchos problemas en casa, particularmente con su madre, de discusiones, discordias y resentimientos. Al menos, una vez al día discutían fuertemente entre ellas hasta quedar exhaustas.
La amiga que la invitó, le dijo que al ir a la iglesia la pasaría muy bien y que se divertiría. Rosy accedió con la esperanza de ser ayudada y de cambiar la condición de vida en la que se encontraba. De verdad quería cambiar pues odiaba discutir con su madre y sentirse vacía y culpable al final de cada pelea.
El día que asistió a aquella iglesia, al entrar se encontró con gente muy amable y sonriente, que la invitó a tomar asiento. Ella observó cuidadosamente el lugar, las luces de neón, el ambiente, escuchó la música y a la gente que participó. En realidad, no era nada que lleva no hubiera conocido en el mundo del que venía.
Después, tuvo lugar la predicación. Ella puso toda su atención en las palabras del predicador. En su mensaje, el pastor le decía a las personas: “Sean buenos seres humanos. Sean mejores personas. El Dios de amor quiere que ustedes sean amables y gente de bien. Cambien, dejen la mala vida”. El pastor hizo un gran énfasis en una buena moral y en ser buenas personas por medio de su mensaje. Al cabo de una hora, terminó aquella reunión.
Cuando iban saliendo de la iglesia, Rosy no podía dejar de llorar. Su amiga se acercó a ella y, al verla llorar, le dijo: “¿Te gustó la reunión? Te noto conmovida Por eso estás llorando?” Rosy la miró y le respondió: “Amiga, lloro porque sé que soy una mala persona y no tengo fuerzas para ser buena. Eso yo ya lo he intentado y todas las veces he fracasado. De verdad, vine a la iglesia esperando encontrar una respuesta, pero me voy más vacía que cuando llegue. Ahora sé que estoy sola y que no hay nadie que me pueda ayudar”.
Aquel día, Rosy no escuchó una buena noticia. Descubrió con una nueva luz lo que muchas personas saben ya de antemano: Que no son buenas y que no tienen el poder para cambiar. Conozco esta historia de primera mano porque después de aquella experiencia, Rosy me escribió un mensaje y me dijo: “Honestamente, pensaba que el evangelio era Dios ayudándonos, no Dios pidiéndonos algo que no podemos hacer”.
Hoy en día, muchos pastores resaltan la ética y la moral en sus mensajes. Intentan aplicar las enseñanzas del humanismo a la vida cristiana. Sin embargo, el resultado de esa mezcla entre el evangelio y el humanismo no es, de ninguna manera, una buena noticia ni un mensaje de esperanza. El humanismo enseña que el hombre tiene el poder para reformarse y auto-corregirse. Además enseña que el hombre es la medida de todas las cosas. De ahí surge el relativismo, el cual enseña que algo es bueno o malo según quien lo interprete.
El Evangelio de Jesucristo, es una realidad muy diferente. La palabra “Evangelio” significa “Buenas noticias” o “Buenas nuevas”. Naturalmente, el evangelio son las buenas noticias de salvación y gracia por medio de Jesucristo. Pero saber que somos malos, que somos pecadores y que no tenemos el poder para cambiar, aunque lo deseemos, y después de esto escuchar que debemos cambiar y que se espera que seamos buenos por nosotros mismos, desde luego, no es una buena noticia. Esto último es lo que enseña el humanismo.
Spurgeon decía: “Esperar que el hombre corrija su vida corrupta y deje el pecado por sus propios esfuerzos es como esperar que un barquito de papel cruce el océano de un extremo al otro. Así como el barquito no podrá ni siquiera zarpar de la orilla, así el hombre es incapaz de cambiarse y salvarse a sí mismo”.
El mensaje del evangelio de Jesucristo no es: “Sean buenas personas. Cambien y dejen la mala vida”. No. El mensaje de Jesucristo es: “Ríndanse ante el Rey de reyes y Señor de señores. Después, Él gobernará sus vidas y les dará su gracia y su poder para vencer sobre el pecado”. El verdadero Cristianismo es confesar: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Podríamos decir que el humanismo es “Pelear con todas nuestras fueras”, mientras que el evangelio es “Rendirnos abandonando nuestras propias fuerzas”.
Yo no le hago una invitación a ser más fuerte, más capaz o una mejor persona. Le digo que se rinda ante Cristo, El Salvador y Libertador, y deje que el Espíritu Santo de Dios sea quien gobierne su vida y le dé su gracia en abundancia para vencer sobre el pecado. ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo es quien nos guía para vivir en el nuevo tiempo que Cristo vino a traer y nos ayuda a entrar en él.
Jesucristo dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres” (Lucas 4:18). Esto significa que Él ha venido para realizar una obra de salvación y esperanza. Esta obra es realizada totalmente por medio del Espíritu Santo.
Entonces, ¿en qué consisten las buenas noticias que Jesús vino a compartirnos en el nuevo tiempo? Otra manera de decirlo es ¿de qué somos salvos cuando creemos en el Evangelio? En primer lugar, el Evangelio es la buena noticia de la reconciliación con Dios por medio de la obra de Cristo en la cruz.
Por causa del pecado toda la humanidad se ha vuelto enemiga de Dios. Pero cuando confiamos y nos apoyamos por completo en la obra que Cristo realizó en la cruz, confesando nuestros pecados, entonces somos reconciliados con Dios y la paz viene sobre nuestro corazón (2 Corintios 5:18-19).
En segundo lugar, el Evangelio es la buena noticia de la libertad del pecado. Todo creyente sincero tiene una terrible y profunda batalla contra el pecado. Y cada creyente debe llegar, ya sea por las buenas o por las malas, a la conclusión de que el pecado es más fuerte y más grande que él. Sin embargo, cuando descansamos en Cristo y confiamos en su pleno poder y victoria, podemos ser vencedores sobre el pecado (Colosenses 1:21-22).
En tercer lugar, el Evangelio es la buena noticia de la bendición de Dios. La maldición destruye todo lo que toca, pero la bendición mejora todo lo que toca también. En Cristo hemos recibido toda la bendición de Dios y podemos llevar vidas plenas (Gálatas 3:13). Por el Espíritu Santo, Dios nos ayuda a vivir en esta esperanza.
El día de hoy, tenemos que pedirle al Espíritu Santo que nos guíe a Cristo y nos ayude a depender por completo de su poder y su gracia. Dios nos libera de una vida alejada de su favor, nos libra del pecado y de la maldición. Lo invito a entrar en el nuevo tiempo de Dios para usted. Este es el tiempo que llegó a nosotros con la venida de Jesucristo y este comienza con las buenas noticias de salvación, liberación y bendición. Por lo tanto, crea solamente en Jesucristo y dependa de Él para todas las cosas de esta vida.
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