Todos queremos vivir una vida bendecida y abundante. Todavía no conozco a alguien que quiera vivir voluntariamente una vida triste y amargada.
El deseo de ser bendecidos nos acompaña durante toda nuestra vida. Siempre estamos en busca de la felicidad y de la paz.
Sin embargo, la bendición que tanto anhelamos y la felicidad que tanto perseguimos, no viene como resultado de la casualidad, ni resulta del destino.
La bendición que anhelamos siempre es una consecuencia, un efecto derivado.
Por eso, una persona no puede esperar la bendición a menos que primero se disponga a recibirla y aprenda el secreto para ser bendecida.
Si usted descubre este asombroso secreto para una vida bendecida, podrá fácilmente cambiar su vida y su entorno en uno de bendición abundante.
Conociendo este secreto se puede transformar un entorno negativo y oscuro, en uno lleno de luz y optimista.
El secreto, la llave que abre la puerta a las bendiciones abundantes, es bendecir a otros con amor y gozo.
Así es, cuando bendecimos a otros desde lo profundo de nuestro corazón, la bendición viene sobre nosotros.
Las palabras de bendición que salen de nuestra boca pueden ejercer una influencia sorprendente en el medio en el que vivimos.
Romanos 12:14 dice así: “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis”.
Cada uno de nosotros, tiene la oportunidad de hacer de su vida un lugar en donde reside la bendición o donde reside la maldición.
Y esto se logra por medio de nuestras palabras. Cuando bendecimos, esto abre la puerta para las bendiciones del cielo.
Sin embargo, cuando optamos por el camino de la maldición, la queja y las ofensas, eso abre la puerta a la amargura, la derrota y la miseria.
¿Qué clase de vida va a elegir usted? Puede que diga: “Pero, a mí me han maldecido muchas veces. Yo no puedo bendecir a mi esposa, debido a que ella siempre está maldiciéndome y ofendiéndome.
O, usted puede decir: “Yo no puedo bendecir a otros porque otros han sido muy malos conmigo”.
Yo le quiero recordar las palabras del Señor Jesús en Mateo 5:43-45 que dicen:
43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.
44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
La sociedad nos dicta un patrón: “Si alguien te trata bien, trátalo bien. Si alguien te trata mal, tratado mal.”
Pero la Palabra de Dios nos enseña un camino muy diferente: “Bendice a los que te maldicen”. Esta es una verdad que debemos aplicar.
Además, el apóstol Pedro, quien conocía bien este principio, dijo: “No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición” (1 Pedro 3:9).
Dios quiere llenar nuestras vidas con la bendición. Eso es un hecho. Sin embargo, primero debemos aplicar el principio de bendecir a otros.
Aunque hayamos recibido palabras de maldición, crítica, ofensa, y no sintamos ánimos de bendecir a otros, debemos obedecer la Palabra de Dios.
Cuando comenzamos a bendecir a nuestro prójimo, nuestra vida comenzará a cambiar y la bendición descenderá sobre nosotros.
¿Cree usted que podemos ser bendecidos, plenamente bendecidos, cuando maldecimos a nuestro prójimo y lo odiamos? No, eso no es posible.
Una persona solo puede ser bendecida cuando dispone su corazón para la bendición y comienza a decir palabras de elogio y bendición para su prójimo.
Supe de la historia de un anciano en Estados Unidos que llevaba cinco años consecutivos siendo el ganador de un famoso concurso del mejor maíz.
El maíz que este hombre de edad avanzada presentaba año con año se distinguía por ser de la mejor calidad, por tener el mejor sabor y la mejor consistencia.
Cuando fue entrevistado por un reportero, se le preguntó si podía hablar sobre el secreto de su maíz.
El anciano dijo: “Claro, se debe a que comparto mis mejores granos de maíz con mis vecinos”.
El reportero, que estaba muy asombrado, le preguntó: “Pero, ¿por qué comparte su mejor semilla con sus competidores, si ellos entran en la misma competencia que usted?
El anciano respondió: “Lo que sucede, es que en el verano, el viento lleva el polen del maíz maduro de un sembradío a otro”.
“Por eso, si mis vecinos cultivan un maíz de baja calidad, la polinización degradaría la calidad del mío”.
“Para obtener un buen maíz, debo ayudar e impulsar a mis vecinos. Ese es mi secreto”.
Amados de Dios, este mismo secreto funciona para otros aspectos de la vida.
Si uno quiere llevar una vida de bendición, la cual es una vida abundante y de plenitud, primero debe bendecir a los que están a su alrededor.
Debemos comprometernos a bendecir a nuestro prójimo con corazones sinceros, amorosos y llenos de gozo.
Entonces, el viento de la vida ¿sabe qué hará? Arrastrará la paz, el gozo y la alegría hacia nuestros campos y entonces, podremos ser verdaderamente felices.
Por esta razón, aplique el principio de la Palabra de Dios: “Bendecid y no maldigáis”.
Comments