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Bendiga a Dios

Hay un asunto muy importante que hemos descuidado por mucho tiempo en nuestro andar diario con Dios.

Es la razón por la que muchos creyentes no están recibiendo una revelación más profunda de Dios ni están experimentando paz y frescura en su diario vivir.

Se trata del asunto de bendecir el Señor con nuestra alma y con nuestro ser. Este es un asunto sumamente importante.

Los hijos de Dios deben distinguirse por compartir al mundo el fruto de la paz, la frescura y la esperanza. Este es el tipo de fruto que debemos mostrar al mundo.

Sin embargo, el día de hoy, en lugar de compartir frescura y paz, y llevar a otros el fruto de esperanza, muchos cristianos están desanimados y frustrados, y se sienten sin rumbo en la vida.

¿Cómo puede una persona recuperar el precioso fruto de la paz y la frescura, y cómo puede una persona llegar a ser poseedora de una fuerte esperanza en la vida?

Uno de los aspectos fundamentales para vivir con tal entusiasmo y confianza es bendecir a Dios con toda el alma y con todo el ser.

Tal vez usted se pregunte cómo puede una persona atreverse a bendecir a Dios. Sin embargo, en el Salmo 34:1 leemos lo siguiente:

“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca”.

Además, en el Salmo 103:1-2 encontramos la siguiente declaración: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”.

El Señor mismo nos enseña en su Palabra que debemos bendecirlo y alabarlo con todo nuestro ser y con toda nuestra alma.

Cada vez que bendecimos a Dios con un corazón lleno de asombro y humildad, y cada vez que hacemos espacio en nuestra mente para pensar en los beneficios de Dios, el mismo Señor nos llena con su gracia.

En los pasajes siguientes, encontramos los beneficios que sobrecogen y envuelven nuestras vidas cuando decimos: “Dios, te bendigo”, “Señor Jesús, te bendigo” o “Te bendigo, Espíritu Santo”.

¿Cuáles son estos beneficios? El Salmo 103:3-5 dice así: “El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila”.

¡Qué asombrosas bendiciones recibimos de Dios al bendecirlo! Si usted quiere recuperar la paz y la frescura, y vivir con una esperanza firme, comience a bendecir a Dios.

Cuando bendecimos al Señor, Él añade su gracia a nuestras vidas por medio del Espíritu Santo.

En otras palabras, cuando bendecimos al Señor, comprendemos la gracia de Cristo, y recibimos la gracia de la sanidad, el favor, la abundancia y la bendición del Cielo, cada vez.

En México, los mexicanos se resisten a decir palabras de alabanza y bendición. Nos cuesta mucho bendecirnos unos a otros, bendecir nuestras circunstancias y también bendecir a Dios.

Sin embargo, cuando usted bendice a alguien, esas palabras nunca desaparecen. Con toda seguridad, al bendecir a otros, recibirá una bendición duplicada.

En consecuencia, la persona que siempre dice palabras de bendición y alabanza tendrá, naturalmente, una vida bendecida.

A todos nos gusta que nos elogien y nos digan palabras de bendición. Sentimos gozo y entusiasmo cuando alguien nos dice palabras de aprobación y nos bendice.

De la misma manera, Dios se agrada mucho cuando lo bendecimos y lo alabamos. ¿Sabe por qué? Porque Dios es un Dios personal. Dios no es un ser frío e inerte a nuestras alabanza y palabras de bendición.

No. La Biblia nos enseña que Dios se goza, se deleita, se contenta, cuando su pueblo le alaba y le bendice.

El Salmo 149:3-4 dice así: “3 Alaben su nombre con danza; con pandero y arpa a él canten. 4 Porque Jehová tiene contentamiento en su pueblo; hermoseará a los humildes con la salvación”. Cuanto se alegra Dios cuando le bendecimos.

No solo eso, sino que cuando alabamos su nombre y le ofrecemos palabras de bendición que provienen de un corazón asombrado y humilde, Dios nos dará a cambio una bendición duplicada.

Haga un alto en su camino el día de hoy. Piense en la misericordia de Dios.

Él ha perdonado nuestros pecados por medio de su Hijo Jesucristo. Nos ha declarado justos ante sus ojos y nos ha reconciliado consigo mismo.

Ciertamente, todos merecíamos el rechazo, el menosprecio y el abandono de Dios. Sin embargo, Él nos rescató en su misericordia.

Piense en la fidelidad de Dios. ¿Cuántas veces le hemos sido infieles a Dios? ¿Cuántas veces le hemos fallado? Sin embargo, Dios nunca nos ha abandonado.

A diario, todas las mañas, sin excepción, el sol se levanta en el horizonte para darnos su luz y el calor de un nuevo día.

La gracia y la misericordia de Dios también, cada día, se levantan en el horizonte de nuestros corazones. Dios nunca nos ha fallado.

Piense en el Dios bueno. El Dios de la Biblia es absolutamente bueno.

A veces, Dios permite una aflicción que puede durar un día, una semana, un mes, un año o incluso una vida.

No obstante, detrás de toda aflicción que Dios nos permite vivir, Él ha sembrado una semilla llamada bendición. Todo obra para el bien de quienes lo aman.

Amados, bendigamos a Dios. Levantemos nuestra voz en la mañana, en la tarde y en la noche, para bendecir a Dios. Rompa el silencio y declare sus bendiciones y alabanzas a Dios.

Luego, la bendición de Dios volverá sobre usted. Usted llegará a ser prosperado en todas las cosas, y tendrá salud, así como prospera su alma.

Mi vida es del Señor Jesucristo, por lo tanto viviré para bendecirlo. Todo mi ser alabará al Señor, porque Él me ha hecho bien.

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