Atraídos por la persona de Dios.
"Y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo" (1 Juan 3:3b).
En la traducción de la Biblia “Al Día”, el pasaje de 2 Corintios 13:5 dice lo siguiente: “Examínense bien. ¿Son cristianos de verdad? ¿Hay evidencias de que lo son? ¿Sienten cada vez más la presencia y el poder de Cristo? ¿O simplemente están pasando por cristianos, aunque en realidad no lo son?” Es como si el apóstol Pablo preguntara: ¿cuántos tienen la plena certidumbre de su salvación y de su fe?
Cada uno de nosotros tiene una gran responsabilidad. Esta consiste en evaluar su propia fe y hacerla pasar por el filtro de la Palabra de Dios. Tanto el Señor Jesús como los apóstoles, siempre tuvieron una profunda preocupación sobre este tema. Ellos comprendían que no era una asunto superficial o trivial, sino que se trataba del destino eterno de nuestras almas. Y por eso fueron movidos a hablar como hablaron y a escribir lo que escribieron.
Por ejemplo, el apóstol Santiago habló sobre la importancia de tener una fe viva. El apóstol Pedro confesó que debíamos cuidar nuestra manera de vivir y nos dijo que debíamos esperar completamente en la venida de Cristo. Además, el Señor Jesús dio la más grande advertencia: “No todo el que me dice Señor, Señor”.
Es una obra llena de sabiduría el examinarnos y probarnos para ver si estamos en la fe. Sin embargo, ¿cómo podemos hacerlo? El apóstol Juan dijo: “ Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.” (1 Juan 5:13). A partir de ahora, quiero que centremos nuestra atención en las cosas que el apóstol Juan escribió para nosotros como una medida para examinarnos. ¿Cuáles son, entonces, las cosas que indican y revelan que verdaderamente he nacido de nuevo y que estoy en la fe?
La primera de ellas se encuentra en 1 Juan 1:3-6. Dice lo siguiente: “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido. Este es el mensaje que hemos oído de Él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”. ¿Qué significa todo esto? Que aquella persona que verdaderamente ha nacido de nuevo, que ahora está en la fe, es una persona que tiene una nueva atracción por la persona de Dios y, por ende, es llevada a tener una nueva comunión con Él.
En la vida del que que ha nacido de nuevo, comienza a haber una atracción poderosa hacia Dios. Una atracción mucho más fuerte que la del hierro con el imán, mucho más poderosa que la fuerza que atrae los planetas hacia el sol.
Conozco la historia verídica de un joven que había nacido en una familia que practicaba el cristianismo de una manera superficial. Al haber crecido en un ambiente como tal, él se percibía a sí mismo como un hijo de Dios. Sin embargo, aunque iba a la iglesia, servía en un ministerio, jamás había tenido la experiencia del nuevo nacimiento.
Para él, el cristianismo, si bien era una religión que le parecía coherente, no era una realidad en su interior. Nunca había tenido la experiencia de conocer a Cristo personalmente ni había nacido de nuevo. Por eso, solo se sentía atraído a las cosas de la iglesia, pero no a Dios.
Que asombroso es esto. Y peligroso. Podemos sentirnos atraídos a la música, al ambiente, a las personas, pero no a Dios. A menudo, llegamos a pensar que porque vamos a la iglesia, servimos, tenemos empatía con las personas, entonces, aunque no tengamos una verdadera experiencia con Dios, concluimos que somos salvos y que somos hijos de Dios. Qué terrible error es este.
Un día, llegó a las manos de este joven un libro sobre la obra de salvación que Dios ofrece. Mientras él lo leía, su corazón comenzó a derretirse como cuando el metal se derrite frente al fuego. Se dio cuenta de que nunca había conocido a Dios personalmente.
Fue en ese momento que descubrió que todo lo anterior hasta ese momento eran obras muertas, pues no habían sido hechas para la gloria de Dios sino para llenar un espacio vacío en su vida. Todo lo que había hecho hasta ese momento era solo para ser aceptado y para sentirse parte de algo.
A partir de ese momento, su atracción ya no era hacia las cosas sino a Dios, su Divina Persona, su carácter Santo. Esta nueva atracción en su vida, comenzó a hacer que este joven se apartará de otras comuniones, de otras personas, cosas y lugares. Puedo hablar de este joven, precisamente, porque ese joven soy yo. En realidad lo anterior es la historia de mi conversión.
Amados de Dios, la primera marca distintiva de una persona que está en la fe, que ha nacido de nuevo es esta mencionada por Juan: “Tiene una nueva comunión con Dios”. Y, precisamente porque existe esa nueva atracción a Dios, nos sentimos menos atraídos a las cosas del mundo y al pecado.
Juan dijo, que una de las cosas por medio de las cuales podemos saber que tenemos vida eterna es porque existe una nueva comunión, una nueva fuerza de atracción hacia Dios. Y como resultado, cada vez menos atracción al mundo, a lo que ofende a Dios, a lo que apaga nuestra vida espiritual.
El pastor Migue Nuñez dijo: “La persistencia del deseo de permanecer en comunión con cosas que apartan de Dios, es la evidencia de que una persona no tiene una nueva comunión con Dios”. Examinémonos hoy mismo.
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