"No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres." (Romanos 12:16-17)
La Biblia dice que al ser hijos de Dios hemos recibido la amplia bendición de ser guiados y dirigidos por Él. Encontramos en Romanos 8:14 lo siguiente: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”.
Además, Dios se complace en dirigir la vida de los suyos. El Señor declaró en labios del profeta Isaías: “Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir” (Isaías 48:17).
No solo eso, sino que la Palabra nos muestra que una de las mejores oraciones que podemos hacer es aquella en la que pedimos ser guiados y dirigidos por El Señor. El Salmo 25:4-5 dice así: “4 Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; Enséñame tus sendas. 5 Encamíname en tu verdad, y enséñame, Porque tú eres el Dios de mi salvación; En ti he esperado todo el día”.
En síntesis, al ser hijos de Dios tenemos la bendición de ser guiados por el Espíritu Santo, Dios se deleita en dirigirnos y podemos pedir en oración que nos muestre el camino que debemos seguir.
Una promesa más que llama mi atención es la que se encuentra en el Salmo 32:8. Dice lo siguiente: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos”.
¿Qué asombrosa promesa es esta! El Señor declara: “Te haré entender”. Esto significa, no un entendimiento natural de las cosas, sino una perspectiva espiritual y bíblica de las cosas que nos rodean.
Antes, cuando vivíamos sin Cristo, no podíamos comprender la vida ni los problemas. Muchos nos encontrábamos viviendo en las tinieblas del negativismo y el fracaso. Sin embargo, cuando Cristo vino a nuestros corazones, llegamos a entender el verdadero sentido de la vida. Comprendimos que lo más importante es vivir para la eternidad, buscando las cosas celestiales y agradando a Dios.
Además, el Señor nos bendijo ayudándonos a comprender los problemas de la vida y consolándonos en medio de todas nuestras tribulaciones. Antes, los problemas nos parecían una tumba, pero ahora sabemos que los problemas sirven para forjar la fe y desarrollar la paciencia en nuestro corazón.
Ciertamente, el Dios de la Biblia nos da entendimiento sobre quién es Él, sobre la vida y los problemas que tenemos que atravesar.
El Salmo 32:8 dice, además, “Te enseñaré el camino en que debes andar”. Permítame preguntarle, ¿alguna vez se ha sentido perdido o extraviado en esta vida, sin saber a dónde tiene que ir o qué decisión debe tomar? En más de alguna ocasión, todos hemos experimentado esa sensación de incertidumbre.
Sin embargo, el Señor nos promete que nos revelará el camino a seguir. Dios mismo se ha comprometido con Su pueblo a indicarles cuál es el paso que deben dar y la decisión que deben tomar.
Sin duda alguna, todos queremos saber cuál es el camino que debemos seguir. Nadie quiere sentirse perdido o extraviado. Sin embargo, ¿cómo podemos ser instruidos por Dios acerca de la decisión que debemos tomar? Es aquí cuando la voz de Dios juega un papel determinante.
Si queremos saber qué camino seguir, qué decisión tomar y qué paso dar, debemos volvernos expertos en escuchar la voz de Dios. Esto es algo que debemos aprender y en lo cual debemos crecer.
Hasta ahora, en las Meditaciones Ascender, hemos hablado sobre la importancia de tener la voz de Dios en nuestra vida. Hablamos también sobre las dos clases de voces que resuenan en este mundo. También, hemos hablado sobre no tener un corazón duro que nos impida escuchar su voz.
Antes de compartir con ustedes cómo podemos escuchar la voz de Dios y qué pasos debemos seguir para oír ese dulce resonar en nuestra vida, hay un obstáculo más que debemos remover. Sin quitar este impedimento nos será imposible escuchar a Dios hablar a nuestra vida.
Me refiero a remover toda amargura, enojo y conflicto con otras personas. Estos males anteriores son terribles impedimentos para escuchar la voz de Dios.
Para poder escuchar al Señor y para ser plenamente felices, lo más importante es tener armonía y paz en nuestras relaciones con otros. Muchas personas tienen la idea de que es posible estar bien con el Señor mientras se vive en conflicto, resentimiento, odio y menosprecio hacia los demás. No obstante, esto es un error.
Si no estamos dispuestos a llevar una buena relación con los demás, entonces tampoco estamos dispuestos a escuchar la voz de Dios y a ser felices. Es cierto que en ocasiones no podemos estar bien con todas las personas. Pero en lo que dependa de nosotros debemos procurar la paz y el bienestar con nuestro prójimo.
En la Biblia está escrito lo siguiente: “17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. 18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:17-18).
En 1976, después de que terminó la guerra de Vietnam, el New York Post publicó un artículo en primera plana, titulado: “No está mal darse por vencido”. Esto haciendo referencia a la derrota que los estadounidenses habían experimentado.
Para llevar una buena relación con los demás, debemos ser compasivos, pacientes, perdonadores y, en ocasiones, debemos ceder. No está mal darnos por vencidos a veces con tal de estar en paz con otros.
Los hijos de Dios no deben valorar el orgullo, su propio punto de vista y su opinión, pasando por encima del prójimo. Rindámonos, cedamos, démonos por vencidos. Ese es el camino a la paz, a la felicidad y el camino que nos lleva a escuchar la voz de Dios. Y no está mal darse por vencido.
Además, el apóstol Pedro declaró: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 Pedro 3:7).
Cuando un hombre no trata debidamente a su esposa y vive en continuo conflicto con ella, las oraciones del tal no serán escuchadas. Además, no podremos escuchar la voz del Señor.
Debemos procurar la paz con nuestra esposa, con nuestros hijos, con nuestros familiares, amigos y vecinos. De este modo, seremos capaces de escuchar claramente la voz de Dios.
Esta clase de armonía y paz que tanto necesitamos en nuestra vida y que derriba la muralla del egoísmo y el conflicto puede encontrarse solamente a través del amor de Jesucristo. Si venimos a Él, descubriremos su misericordia y llegaremos a ser cautivos de su amor. Entonces los cambios comenzarán a suceder.
Si usted quiere ser feliz, entonces tenga armonía en sus relaciones con otros. Si quiere tener armonía con otros, entonces primero deje que su personalidad sea transformada por el amor de Jesucristo. Ame a otros con el amor de Cristo.
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