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A veces no entendemos, pero debemos obedecer

Cuán diferentes son los caminos de Dios de los caminos del hombre. La Biblia dice en Isaias 55:8-9 lo siguiente: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.


¿Qué quiere decir este pasaje? Que la manera en la que Dios ve las cosas es muy diferente de cómo nosotros las vemos. Es por eso que, muchas veces, los planes de Dios y sus maneras de hacer las cosas llegan a parecer incomprensibles para los hombres.


En esta vida, muchas veces nos llegaremos a encontrar en situaciones y problemas que no podremos resolver por nuestra propia cuenta. A veces, en el matrimonio, con los hijos, en el trabajo o en la escuela, nos veremos frente a murallas que parecen no ceder y amenazan nuestra seguridad.


Es en esos momentos en los que no debemos perder la calma ni abandonar la esperanza, sino que debemos acercarnos al Señor con un corazón humilde y debemos buscar su sabiduría para resolver las situaciones difíciles. Él ha dicho en su Palabra: “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo” (Isaias 41:13). Así que, si en lugar de perder la calma venimos ante el Señor, Él nos ayudará y nos mostrará el camino a seguir.


Ahora bien, cuando pedimos que Dios nos ayude y nos guíe, debemos estar al tanto de que la manera de Dios para resolver los problemas no es la manera del hombre. El camino de Dios es muy diferente del camino del hombre. Quien ignora esto no podrá recibir la ayuda de Dios.


Esto fue lo que aprendieron los israelitas comandados por Josué cuando llegaron a encontrarse frente a los muros de la ciudad de Jericó. Las murallas eran altas, impenetrables e imponentes. Para cualquier hombre de guerra, la mejor estrategia hubiera sido un ataque frontal y directo con armamento pesado. Sin embargo, la estrategia de Dios era diferente. Consistía en obedecer sus palabras. Solo de este modo la victoria sería una realidad.


Se le dijo a Josué que diera siete vueltas a la ciudad de Jericó en compañía de los israelitas. Una vuelta por día, en silencio. El séptimo día darían siete vueltas y al final gritarían con toda su fuerza. Entonces, Dios aseguraba la victoria.


Desde la perspectiva del hombre, está estrategia carece de sentido. Pero desde la perspectiva de Dios es el camino a la conquista. Hebreos 11:30 dice así: “Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días”. Verdaderamente, Dios concede grandes victorias cuando obedecemos y somos fieles a Él. Desde nuestra perspectiva, muchas veces pensamos que las cosas deberían hacerse de cierto modo. Pero a menudo descubrimos que lo que Dios dice es muy diferente.


Una familia de nuestra iglesia vino a los pies de Cristo de una manera muy peculiar. Hace años, ninguno de ellos, ni el padre, ni la madre ni los hijos eran creyentes. La primera en convertirse al Señor fue la esposa. Una amiga suya le compartió el evangelio, ya que sus problemas matrimoniales eran muchos y la habían hecho perder la paz.


Al convertirse a Cristo, sus problemas con su esposo no se resolvieron automáticamente. De hecho se volvieron más intensos. Sin embargo, ella leyó en la Biblia algo que la impactó profundamente. El pasaje que la sacudió fue Romanos 12:20 que dice: “Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza”.


Por mucho tiempo, ella había estado discutiendo con su marido, enojándose y tratándolo con aspereza. Esto ocasionaba nada más que problemas y pleitos más desgastantes cada vez. Pero cuando ella encontró esto en la Biblia, se dijo a sí misma: “He querido ganar todas las discusiones con mi esposo. Me he enojado y lo he tratado injustamente. Dios dice que debo servir a mi enemigo, y aunque mi esposo no es mi enemigo, a veces actúa como si lo fuera. Tengo que cambiar”.


A partir de ese momento, ella obedeció a la Palabra de Dios. Cambió la estrategia. Se sumó al pensamiento y al camino de Dios. Cuando había discusiones y pleitos, en lugar de exaltarse y seguir discutiendo, ella comenzaba a servir a su marido y a tratarlo con gracia y misericordia. En lugar de gritar, ella ofrecía amabilidad y paciencia.


¿Qué fue lo que ocurrió? La vida del esposo también fue impactada. Al ver el cambio en su mujer, el hombre comenzó a venir a la iglesia con ella y el resto es historia. Ambos se consagraron al Señor y hoy sirven como líderes en nuestra congregación.


Dios nos invita a hacer las cosas a su manera. El día de hoy podemos elegir su pensamiento y su camino, en lugar de ir por donde nuestra carne lo desea. El resultado puede ser más que asombroso. Si lugar a dudas, el camino de Dios siempre es mejor, aunque en un principio no podamos entender. Si le seguimos, Él nos premiará. Eso es la fe. Aunque no entendamos debemos obedecer. Este es el camino de Dios.



 
 
 

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